martes, 22 de septiembre de 2009

Reparaciones: Monitor HP Pavilion f1703

Me aburro un pelín. ¿Y qué hago cuando me aburro? pues desarrollar mis habilidades más ocultas.

En casa hemos dejado de usar el ordenador común porque se estropeó la pantalla. La solución más sencilla sería comprar una nueva y listo, ¿verdad? Pero... A mi no me gustan las cosas sencillas, jejeje.

El problema del monitor consistía en que se apagaba a ratos. A veces se apagaba todo, y a veces se apagaba la luz del fondo. Si movías un poco el cable de corriente, provocabas que fallase con más frecuencia. Todo indicaba a un fallo en el conector de corriente.

Manos a la obra:

-Se quitan los dos tornillos que sujetan el pedestal (están ocultos tras sendas gomas)

-Con un destornillador plano, haces palanca en los bordes del marco de la pantalla para sacarlo

-Quitas mil tornillos y separas el panel de las partes de plástico

-Quitas dos tornillos más y tendrás acceso a los dos circuitos que gobiernan la pantalla

-Inmediatamente, vemos el problema:



Repasamos la soldadura con un poco de estaño, y listo! Se vuelve a montar, y el monitor funciona perfectamente :P

EDICIÓN:

Una vez montado, seguía fallando (aunque menos), así que lo volví a abrir. En la placa que contiene la electrónica más burda hay unas bobinas de inducción. Si se miran las soldaduras con una lupa, se ven que hacen mal contacto. La solución consiste en repasar esas soldaduras y ya tenemos monitor para 5 años más, por lo menos ;)

De nada ;)

viernes, 2 de enero de 2009

Joseph Haydn - Sinfonía nº 45. Los Adioses

En 1772, Haydn y la orquesta de la corte se encontraban en el palacio de verano del príncipe Nikolaus Esterházy. Entre los músicos reinaba cierto malestar, ya que la estancia se estaba prolongando demasiado y estaban ansiosos por regresar a su casa en Eisenstadt. Sin embargo, el príncipe no parecía hacer caso de los ruegos de la orquesta.

Haydn decidió tomar cartas en el asunto y escribió el último movimiento de la sinfonía nº 45 haciendo que cada cierto tiempo, uno de los músicos terminase su partitura. Así, cada uno soplaría la vela de su atril y se marcharía con su instrumento sin decir nada. Al terminar el adagio, sólo quedaban dos violines tocando en una sala vacía y oscura.

El príncipe debío de entender el mensaje, ya que al día siguiente se encontraban todos camino a Eisenstadt.